No puedo abstraerme de la realidad social que estamos viviendo en nuestro país. Con profundo dolor hemos visto en estos días como se conmemora una fecha, que por sobre todo nos divide, de la forma más irracional que podríamos imaginarnos, destruyendo el fruto del trabajo de nosotros mismos... vecinos saqueando a vecinos, jóvenes destruyendo escuelas que bien pueden ser las propias, de sus hermanos o de sus hijos; y lo más terrible, chilenos disparando a matar a otros chilenos donde solo se diferencian unos de otros por el uniforme y los valores que los llevan a proteger o a causar daño.
Nosotros que decimos ser un pueblo unido y solidario, sacando siempre a relucir como evidencia a nuestra Teletón, la cual en definitiva ha cumplido en practicamente todas sus versiones con las expectativas económicas que se establecen como meta; pero yo me pregunto ¿será realmente por solidaridad ? o quizás es esa angustia que nos caracteriza de tener que dar siempre la mejor impresión hacia los demás, de que nos vean hacia arriba como personas exitosas, que logramos todo y que proyectemos una imagen de ser lo mejor de lo mejor respecto del medio social en el cual nos desenvolvemos; y todo eso por sobre nuestra realidad como seres humanos e individuos, la sensibilidad que nos quiebra frente a distintas situaciones y a la cual tenemos tanto miedo, el terror a lo que digan los demás al hacer o decir algo que quizás rompa con lo cotidiano, quedar como estúpido por ser buena persona, como ingenuo por decir la verdad o como un loco fracasado por ir detrás de un ideal que pareciera imposible de alcanzar.
Dar un par de lucas, y quizás más tarde mil pesos más para llegar a la meta es mucho más fácil que perder 5 minutos de viaje dentro de una micro esperando a que un inválido suba en su silla de ruedas por la rampa, por eso chiflamos, gritamos o golpeamos el piso; también es más fácil que darle trabajo a una persona sin piernas aunque ni siquiera las necesite para cumplir con sus labores, y decimos después que no cumple con el perfil. Esas situaciones SI están sujetas a una verdadera solidaridad, eso SI es pensar en los demás... pero somos por sobre todo unos cobardes y egoístas, incapaces de aceptar que nuestra libertad termina cuando empiezan los derechos de los que están a nuestro alrededor, y que es imposible alcanzar la alegría plena de vivir sin dejar de hacer todo lo posible para que el que está a mi lado también la logre conmigo, y que eso amerita sacrificios, aceptar nuestros errores y pedir perdón.
"Cadena de Favores" (Pay it forward), de la diretora Mimi Leder (Impacto Profundo), muestra la historia de un niño que decide hacer algo por un ideal (que no deja esa idea guardada porque es difícil o porque no tengo tiempo), ideal que a pesar de ser un sueño personal implica hacer algo para cambiar el mundo, y en definitiva lograr la alegría de generar un beneficio para todos. Este niño personificado por el pequeño actor Haley Joel Osment (Sexto sentido) se ve inmerso en una sociedad no muy distinta a la nuestra, donde el miedo y la desconfianza son sentimientos más latentes incluso que el amor; y donde en definitiva la bondad a ciegas no tiene cabida.
La película es impresionantemente conmovedora, donde podemos vernos a nosotros mismos en la madre del protagonista representada por Helen Hunt (Lo que ellas quieren), en el profesor personificado por Kevin Spacey (Belleza Americana), o en cualquiera de los roles que se muestran dentro del desarrollo del largometraje; pero definitivamente creo que debiéramos vernos como el joven compañero de escuela del protagonista y que desemboca el final de la película, ya que todos al igual que él damos fin todos los días a sueños, ideales y alegrías de personas que a veces ni siquiera conocemos, pero que de alguna forma se ven afectadas por nuestros actos y omisiones.
No quiero terminar este comentario sin antes expresar mi más profundo sentir por la muerte del carabinero Cristián Vera Contreras, otro desconocido tras un sueño de paz y tranquilidad convencido de sus ideales al nivel de dar la vida por su patria, sus compañeros y las personas a las que servía y protegía; y que probablemente, ni siquiera conocía.
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